Con Mucho Barrio y a Pie 

Así, todas las semanas 

Por Víctor Manuel López, sociólogo. 

“Carajo, sonó la alarma de mi celular y son las cuatro de la mañana, me tengo que levantar de la cama para ir a laborar, tan a gusto que estaba y ese pinche despertador me vuelve a mi única realidad, que soy jodida y tengo que trabajar para poder vivir y hacer maromas para depender de un salario raquítico, pero ni modo, tengo hijos pequeños que les da por comer”. 

“Ya ni hacerle al tarugo en la cama, es lunes y así iniciamos una semana más, por si fuera poco, súmele la carga del pendejo todo borracho y huevón que duerme a mi lado, se la pasa nada más mal gastándose lo poco que saca haciendo sus tranzas, en lugar de dedicarse a buscar un empleo fijo, que pinche vida, en serio”. 

Es el diálogo o mejor dicho el monólogo de una vecina desahogándose un poco para enfrentar el inicio de otra semana más en la fábrica. Su relato no termina ahí, como si estuviera cronometrada con los rayos del sol continúa. 

“Son las 5:30 de la mañana, desde hace estoy en la avenida esperando el transporte empresarial que nos lleva a la chamba. 5:45 am, ya arriba del camión, me siento junto a mi compañera de línea para que me vaya platicando el chisme, aprovecho y me empiezo a pintar, la interrogo sobre cómo le fue en su aventura con el Juan el fin de semana, ¿si le creyó su marido de que tenía que trabajar en la noche por el supuesto inventario que se tenía que hacer en su línea?” 

“Mientras me da detalles, me empiezo a poner bella, quisiera salir de la casa toda arregladita, pero si me ve pintándome en la casa mi pareja empieza a joder, ¿para quién me arreglo? Que, si ando de puta, que, si ya ando con otro cabrón, que no sé qué. Bueno fuera el méndigo para trabajar y traer el chivo para sus hijos y sacarme de trabajar, ni para eso y otras cosas sirve ya, el pendejo”. 

“Aquí entre nos cómo quisiera tener un inventario nocturno un fin de semana a eso nos orillan esos cabrones”. 

Reguilete que engaña la vista girar, es un lienzo de fiesta y color, en las tardes con la lluvia se baña su piel morena y al desatarse las trenzas sus ojos tristes se cierran (párrafo de la canción Mi Ciudad de Guadalupe Trigo). 

Escucho su relato, es similar al de muchas otras mujeres la edad es indistinta, la historia es muy parecida, es un vivir cotidiano de la mayoría de las mujeres de una estructura social trabajadora. La mayoría son unas dignas madres de familia y unas grandes mujeres en toda la extensión de la palabra. 

Acciones que tal vez para muchos es al cotidiano, normar y puede ser que hasta mecánico y aburrido, para estas mujeres todo es diferente. Te imaginas la alegría con que estas mujeres trabajadoras que salen a diario de los barrios, esperan el transporte ya sea empresarial o el público municipal, y se pintan sus rostros, tal vez, ocultando sus penas y sus sufrimientos debajo de ese maquillaje. 

Tú no te das cuenta hermano que es todo un ritual, cómo en medio del ajetreo del viaje se las arreglan para sacar sus pinturas, sus polvos y nunca se les cae nada, usan espejos, algunas más jóvenes sus teléfonos celulares para ver su propia imagen. El rímel, el labial, cada capa de polvo en verdad se convierten en sus mayores tesoros que sacan con precisión casi de cirujanas de esos estuches de plástico. 

Por su puesto que todo es de marca originales, Made In Tianguis, eso sí, guardan con gran recelo su mayor secreto, en cuál de todos los tianguis adquieren sus productos y todavía más hermético el nombre de la que les vende, si quieren se lo piden a ella, le dan el dinero y se los entrega el próximo inicio de semana. 

.@mario68díaz  .@juanamaria298 .@jchuertavazquez .@MarcoCastroPrec   

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