Una mujer del megáfono al poder: Nancy Castañeda

Por Dolores Díaz, maestra en estudios políticos y culturales.
Durante años, el Tribunal Electoral del Estado de Jalisco fue un espacio donde el poder se ejercía desde el autoritarismo, el miedo y el silencio.
La cultura institucional toleró —y a veces facilitó— dinámicas de violencia, jerarquía rígida y desprecio por el cuidado. Muchas lo vivieron. Muchas lo resistieron, algunas incluso desde adentro, comenzaron a imaginar que otra forma de ejercer el poder era posible.
Hoy, se vuelve realidad, y no porque las estructuras hayan cambiado, sino porque hay mujeres liderando con otros códigos. Las magistraturas que hoy encabezan el Tribunal han empezado a transformar no solo lo que se dice desde el poder, sino cómo se hace con poder.
Que por primera vez una mujer feminista, activista, de trayectoria callejera y política, quien pone el corazón en una institución que históricamente cerró las puertas a voces como la suya. Es mujer que viene del megáfono, de la marcha, de gritar verdades incómodas, pero hoy camina dentro del Tribunal sin tener que traicionarse ni suavizarse como muchas otras mujeres llegaron al poner, desde la calle y ahora ocupan espacios de poder, me refiero a Nancy Castañeda.
Este acto simbólico es político y está generando cambios desde la estructura, no es casualidad que tengamos en el poder a la primera presidenta del país, ni que en la perla tapatía nuestra Guadalajara sea gobernando la primera mujer, esto obedece a un sentido estricto de reconocimiento social y cultural. pero cuando una institución convoca a quienes antes incomodaban, lo que hace es transformarse a sí misma, abrir la puerta al pensamiento crítico, que es lo que muchas mujeres llevamos años exigiendo; que las instituciones no sean espacios posibles para la justicia, la dignidad y la transformación.
Por ejemplo, hoy en el Tribunal, se puede observar a mujeres en el poder que acuerpan, que escuchan, mujeres que entienden que liderar también es abrir paso, compartir el espacio, y permitir que nuevas voces lleguen sin tener que borrar su historia, porque ejercer el poder desde la ternura radical, desde el cuidado y desde la convicción feminista, es una nueva forma de habitar lo público.
Pero esto no ha sido fácil, ni gratis, las luchas incansables de tomar el megáfono, organizarse con las amigas, conocidas, y tejer una red de apoyo para realizar las marchas y romper con el autoritarismo y construir una forma distinta de autoridad: más horizontal, más justa, más humana, eso también es transformar la cultura institucional.
Porque cuando una mujer como Nancy Castañeda, la del megáfono entra al poder con su voz intacta, la cultura institucional ya no puede seguir siendo la misma. Y por primera vez en mucho tiempo, parece que algo —de fondo, de verdad— está cambiando.
Porque en un Estado como Jalisco, donde la violencia política sigue siendo parte del paisaje se requieren más instituciones que suelten el guion de siempre y que por fin, den cabida a quienes vienen con historia, convicción y causa. No más cuotas sin conciencia. No más cuates sin compromiso. Lo que urge es abrir la puerta a quienes vienen a transformar, no a acomodarse.
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