Esperanza entorno a un balón (videos)

  • Son niños inquietos, alegres que tenían en la vagancia sin beneficio la única oportunidad de desarrollo, ahora están aprendiendo disciplina, compañerismo, y empatía por los demás. Es un esfuerzo titánico de su entrenador para apartarlos de los vicios y la violencia

Por Staff/Efecto Ezpiral.-

El juego mantiene a los niños ocupados y lejos de la mala influencia de las calles

Una certera patada al balón manda al esférico a varios metros de distancia, contrario a lo que se espera este no bota; con un sonido seco cae sobre el pavimento de la cancha, se queda estático, rendido, los niños lo observan, ya lo esperaban, el viejo balón con el que entrenan cada tarde ya había dado señales de su próxima jubilación, aun así duele ¿y ahora?, preguntan esperanzados al entrenador, que con esa parquedad que le caracteriza a quien sabe enfrentar con entereza las desilusiones constantes contesta “ni modo, nos queda uno, hasta donde aguante ¡a darle!”, los anima.

Se trata de los niños de Lomas del Mirador quienes han cambiado la costumbre de vagar por las calles de su colonia en las tardes desquehaceradas que les obsequia la pandemia, por un entrenamiento que más que enseñarles a mover la pelota, los prepara de rato en rato a enfrentar la vida con ojos distintos, a soñar con futuros prometedores por más que el mundo que les rodea les diga lo contrario.

Cuántas veces se ven en redes sociales casos que inician con “La esperanza en la humanidad restaurada”, en donde se habla de situaciones donde una persona hace algo positivo por otra sin esperar nada a cambio, por lo general es una historia que ocurre en otro país, con otro tipo de cultura, siempre algo distante y que sirve para dibujar una sonrisa luego de leer el asunto.

Una historia así se está generando desde Tlajomulco de Zúñiga, Víctor Manuel López Velásquez, quien, de camarógrafo de medios de comunicación, pasó a estudiante de Sociología y ahora con la carrera concluida la vida lo convirtió en entrenador de futbol de una veintena de niños de Lomas del Mirador, su única motivación “que tengan recuerdos bonitos de su niñez, que tengan una oportunidad de vida en medio de este ambiente tan violento”.

Lomas del Mirador es una zona muy problemática, lo reconocen los mismos vecinos, la violencia doméstica, intrafamiliar, pandillerismo y narcomenudeo están a la vista de todos. Asaltos, robos a personas, levantones y desaparecidos pareciera ser el único entorno donde estos niños pudieran desarrollarse.

En medio de todo esto, hay una cancha de basquetbol, rodeada de maleza y canales de agua que con la lluvia se convierten en verdaderas trampas, ahí en ese punto López Velásquez dedica su tiempo para cambiarles un poco la perspectiva de futuro.

La pandemia pegó más en estas zonas de sobrevivencia, en la mayoría de los hogares son madres jefas de familia quienes luchan por sacar adelante a sus hijos, trabajan, atienden como pueden a sus hijos, al cerrarse las escuelas la doble jornada se les multiplicó porque tuvieron que estar, dentro de sus posibilidades, al pendiente de las labores educativas.

Una de estas mamás confiesa:

Son condiciones difíciles en las que juegan, pero para ellos lo es todo.

“Fue muy difícil, levantarte temprano para prepararme para el trabajo, primero para conseguir uno porque cerraron la tienda donde trabajaba, ya conseguí en una fábrica, pero es ir hasta el periférico (si bien le va son 45 minutos para llegar) para tomar el camión de la empresa. Las clases por internet ¿pues cuál internet? No, nos alcanza. O pagamos renta y comemos o se educan los hijos, cuando podía le pongo saldo al celular y pues ahí un día uno y el otro día el otro para que al menos los maestros los vieran conectados de vez en cuando”.

Hoy tuvo descanso en su trabajo y le da oportunidad de acompañar a sus hijos al entrenamiento, agradece al profesor Víctor que los haya invitado a armar un equipo de futbol y les enseñe un poco de deporte, que los canse para que lleguen a sus casas a cenar y dormir “en lugar de que sigan peleándose por todo”.

Reconoce que una vez que deja el hogar y pese a las súplicas de que se quedaran para hacer tareas y que no anduvieran de vagos, ellos se la pasaban en la calle, en esa misma calle donde Víctor los encontró y los convenció de aprender a jugar con técnica. Primero fueron reacios a aceptarlo, pero la ilusión les ganó a todas las oposiciones que pudieron encontrar y hoy no le perdonan ni un día para que vaya a entrenarlos.

Cancha

Disciplina y respeto mutuo, son algunas de los principios que aprenden mientras juegan.

El campo de futbol, no es un campo de futbol sino una cancha de cemento construida para basquetbol, rodeados de murales que elevan el paisaje urbano y lo convierten en una macrogalería, pero que entre sus callejones se esconden historias de violencia y miseria, muchas de las cuales han alcanzado a tocar a las familias de estos niños que hoy intentan ver el mundo desde otra perspectiva.

Este día de entrenamiento hay un poco de pesar en los jóvenes, uno de sus balones de fútbol dio de sí, las batallas a las que fue sometido doblaron su resistencia, ahora si es definitivo ya no tiene reparación alguna.

El más chiquillo de los niños unos cuatro años ve una gran oportunidad en esta tragedia colectiva, le pide al entrenador que si le regala el cascarón que queda del balón, sin pensarlo lo agarra y se lo lleva a una esquina del campo de entrenamiento para practicar algunas suertes a balón parado. Dice que cuando sea grande quiere ser un futbolista famoso y jugar en Las Chivas del Guadalajara, un balón inservible, también sirve para soñar.

Para el resto de sus compañeros los invade la frustración, ya solo tienen dos balones, uno al que hay que ponerle aire cada quince minutos o diez si el entrenamiento es más duro y el balón que sirve, el que tratan de usar solo para el juego oficial, pero con resignación lo reactivan como balón de entrenamiento con la esperanza de que les duren por lo menos otras semanas más.

Se hacen llamar el equipo Ventana Oeste, es la calle donde vive la mayoría de ellos, improvisaron uniformes, todos con camiseta blanca y short negro o por lo menos lo más oscuro que tengan, consideran muy bueno entrenar sobre cemento con sus tenis o zapatos que eran para la escuela, la arman bien, si lo hicieran sobre pasto tal vez ninguno de ellos tuviera la oportunidad de conseguir zapatillas con tacos, así que sobre cemento está muy bien.

La alineación

Algunos de los pequeños que con esfuerzo aprenden de futbol, de la vida y que el futuro puede ser diferente

Yoset Alejandro Anguiano Arriola, 10 años.

Juan Raúl Macías Mares, 11 años.

Yeremi Yandel Anguiano Arriola, 12 años.

Tomás Antonio Macías Mares, 10 años.

Luciana Guadalupe Macías Mares, 7 años.

Dilan Axel Anguiano Arriola, 5 años.

Jonathan Santiago Ceja Franco, 12 años.

Alan Elías Ceja Franco, 9 años.

Erica Lizbeth Ceja Franco, 16 años.

Cristofer Daniel Joyeras Pérez, 9 años.

César Emmanuel Padilla Díaz, 9 años.

Diego Alejandro García Hernández, 9 años.

Miguel Ángel del Real Márquez, 14 años.

Gerardo Yuret Bernal García, 13 años.

Jonathan Alejandro Velázquez Hernández, 9 años.

Bayron Alejandro Valle Herrera, 11 años.

Sergio de Jesús Salcedo Martínez, 12 años.

Tienen menos de tres meses de haberse conformado como equipo, a su corta edad el mayor tiene doce años, son conscientes de que no solo están aprendiendo algunas técnicas de fútbol, su preparación también es formativa.

El valor de la amistad y el respeto para con los demás, algo que se quedará en ellos para siempre.

Como preadolescentes y la carga de violencia que impera en esta zona, cualquier palabra, cualquier empujón de más puede iniciar confrontaciones entre ellos, quien distiende estas disputas es su entrenador quien es enérgico en la disciplina que debe imperar entre ellos.

“Aquí nadie es mejor que nadie, todos se tienen que respetar, el que no esté de acuerdo con esto ya sabe que se va del equipo”, les dice cuando se entera que hubo una disputa entre algunos en donde unos se burlaban de otros.

Pone frente a frente a los involucrados y les pide que se den la mano, se pidan disculpas y se den un abrazo fraterno, minutos después lo que parecía un detonante para una escaramuza quedó en el olvido, entrenan como el equipo que son.

Los propios futbolistas entienden y saben que lo enérgico de su entrenador con respecto al trato entre compañeros tiene un objetivo, “enseñarnos disciplina, respeto, compañerismo, a tratarnos bien entre nosotros”, entre esta disciplina el entrenamiento empieza todos los días a las seis de la tarde, si quieres mantenerte dentro del equipo no tienes que faltar y tienes que llegar puntual.

En un principio fueron seis niños, poco a poco se fueron sumando más vecinitos, como requisito ser puntuales y que sus mamás les dieran permiso, ahora en el equipo tiene cerca de veinte integrando también dos niñas, esperan que pronto sean más de ellas, por eso el respeto se multiplica incluso en el lenguaje entre compañeros, prohibido las malas expresiones o vulgares, así la disciplina que se quiere inculcar.

Hablando de disciplina, durante ese día de entrenamiento llegó la pequeña hermanita de uno de los jugadores con un recado de su mamá, su hermanito ya no podía ir a entrenar porque estaba en clases, que lo disculpara.

“Qué bueno que esté en clases, dile que no se preocupe que primero está la escuela y luego el futbol, que cuando pueda que venga aquí tiene su lugar cuando pueda venir, que le eche muchas ganas a la escuela”, fue la respuesta que incluso la mamá alcanzó a escuchar.

Esta labor no se puede entender sin el apoyo de las madres de familia, incluso los propios menores buscan este convivio con ellas.

“Es empezar a reconstruir el tejido social, tal vez se escuche muy de político, pero lejos del discurso de ellos aquí estamos haciendo este esfuerzo entre todos, cada uno con su tiempo y dedicación. Empezamos con esto del futbol ya los tenemos interesados pues vamos ahora por los uniformes, no sabemos cómo le vamos hacer, pero estos jóvenes se los merecen, se los han ganado por su disciplina de estar todos los días esperando a que sean las seis de la tarde para venir a entrenar”, señala don Víctor.

Sobre la sorpresa de un balón menos, solo sonríe, eleva una plegaria silenciosa al cielo y dice que ya verán cómo le siguen haciendo, porque hasta las cintas canelas con que parchan los balones se les acabaron, “si no hay balones pues le damos al acondicionamiento físico, la cosa es no dejarlos desanimar”.

Entrenamiento

La loza de cemento donde entrenan tiene algunas fallas en su diseño y construcción, la mitad se les inunda cada que cae una tormenta o simplemente llueve un poco, lo peligroso no es la lluvia sino la capa de lama que se ha formado no hay zapato o tenis que no resbale en esa capa viscosa, evitar que el balón llegue a esta zona es imposible de ahí que la responsabilidad de quien lo envía para ahí tiene que ir por él.

La cancha

Pero el reto más difícil no es caer en el intento de rescate sino salir de la misión sin mojar demás el calzado, las madres están muy al pendiente de que esto no ocurra, no se pueden dar el lujo de echarlos a perder bajo pena recibir regaños y castigos.

Están aprendiendo a patear de manera correcta el balón, según la intención que le quieran dar, están entrenando la dinámica de pases a sus compañeros que sea algo mecánico para luego utilizar de manera natural estos ejercicios en enfrentamientos con otros equipos.

Olla de presión

Lomas del Mirador etapa Seis, está a 45 minutos del periférico (sin embotellamiento de vehículos) y entrando de lleno a los complejos habitacionales de Tlajomulco de Zúñiga, es un camino lleno de baches con aspiraciones de querer ser orgullosos socavones.

Como ya se dijo en casi todos estos lugares muchos hogares son comandados por madres jefas de familia, que sufren las de Caín para sacar a sus hijos adelante, esto es, tenerles sus alimentos, ropa, calzado, por eso a veces prefieren que ya no crezcan. Tienen algunas prohibiciones como enfermarse, ir hasta un centro de salud les representa un día perdido de trabajo más el recurso monetario para el traslado y medicinas, así que es mejor ni pensar en un dolor de panza.

El encierro por pandemia obligó a toda la familia a permanecer en estos diminutos departamentos, las presiones diarias por el sustento, la constante percepción de inseguridad que se vive en estos complejos habitacionales, la escuela en línea cuando se tiene saldo en los celulares o incluso cuando se tiene un celular, la energía acumulada de los menores, provocan que al menor motivo se den discusiones o pleitos familiares.

El futbol ha bajado un poco de presión en estos hogares. De seis que empezaron al principio en solo dos meses ya son cerca de veinte niños y algunas niñas que acuden a estos entrenamientos, hay incluso niños que llegan con sus mamás de otras unidades cercanas, no importa caminar un poquito con tal de hacer esta actividad deportiva.

“Estamos viendo cómo acondicionamos una casa, una habitación para ver si ahí podemos iniciar con una biblioteca, tal vez haya niños que prefieran la lectura o las mismas mamás quieran este espacio de tranquilidad mientras tienen un libro, también pudiera ser para impartir talleres de autoempleo para que aprendan hacer postres, manualidades, cualquier cosa que quieran, primero es tener el espacio, luego irlo acondicionando y ver entre amigos y amigas cómo impartir esos talleres”, vaticina Víctor López Velásquez.

En una pausa que hacen en el entrenamiento algunos de los menores dicen que les gustan las historias de terror, otros prefieren de zombies y ve con buenos ojos la posibilidad de tener una biblioteca cerca de su casa.

La felicidad de convivir y compartir los alimentos

Pero antes que esto ocurra van poco a poco, las mamás están armando una posada navideña, cada una aportando lo poco o mucho que pueda, la meta principal es que sus hijos aprendan esta tradición mexicana y tengan este convivio navideño, luego se verá si le entran a un intercambio de regalos, lo principal es “que tengan este bonito recuerdo de convivencia, que cuando crezcan se acuerden de las risas de estos momentos”, dice otra de las mamás.

Hoy tuvieron una taquiza para los jugadores, tienen que convivir entre ellos, conocer quiénes son para armar lazos más fuertes de amistad, participan madres de familia y se invita a otros niños y jefas de familia a que compartan la sal con este grupo, entre más se sumen mayor posibilidad tienen de fortalecer este tejido social que fue olvidado por las autoridades desde hace mucho tiempo.

Es un espacio donde tal vez no salgan grandes futbolistas, pero si jóvenes, hombres que mañana tendrán buenos recuerdos sobre la amistad, la lealtad y la disciplina, que es algo que el entrenador intenta grabar en la mente de cada uno de estos pequeños “siendo realistas, tal vez muchos de ellos no tendrán oportunidad de acudir a la universidad, pero a cualquiera que sea la actividad que se dediquen lo hagan con dignidad, con valor  y entereza, si van a ser comerciantes, o lo que sea que se les ocurra, que sean los mejores porque sabrán de disciplina y honestidad”, señala Víctor.

Ayuda

Por el momento, este grupo de niños solo piden dos cosas, si alguien le quiere donar un balón para seguir entrenando y algunas camisetas que les sirva de uniforme. El reclamo sobre mayor seguridad, conectividad, transporte público y centros de salud se lo dejan a los adultos.

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