Emiliano Monge, expone un mundo fragmentado, con un clima abrazador en donde la guerra mueve a unos niños a recorrer el territorio en un nuevo peregrinar para volver a empezar
Por Mario Díaz (El Master).-
Emiliano Monge (.@MongeEmiliano ) regresa a la necesidad de llevar a sus personajes a recorrer distancias, así lo hizo con Las tierras arrasadas y No contar todo, en Tejer la oscuridad (.@LitRandomHouse ) vuele a poner tierra de por medio en una novela que si bien tiene todo para ser considerada una distopía, es más un peregrinar y la tesis de poner el futuro en manos de aquellos a quienes se les ha negado, los niños institucionalizados y la búsqueda del “nosotros”.

En 2029 todo, tal y como lo conocíamos, ha cambiado. El calor es agobiante pues los océanos son ahora desiertos, se ha agrietado el cielo y la geografía es otra. La humanidad, además, desató una guerra entre quienes su cuerpo se ha duplicado contra los que permanecen con una fisonomía normal, es un escenario con un único resultado para la humanidad, pero en medio de todo este caos surge una migración clave, las niñas y los niños de los orfanatorios.
En una de esas instituciones comienza la más arriesgada y madura de las novelas de Emiliano Monge. Tejer la oscuridad es esta aparente distopía que reinventa nuestros mitos y desentraña nuestra idea de individuo y colectividad, mientras nos cuenta la liberación de un grupo de muchachos, así como la diáspora que emprenderán acompañados de su descendencia, atravesando un mundo desolado, huyendo de perseguidores incansables y buscando el sitio que les fuera prometido, donde podrán rendir culto a sus dioses, enhebrar un nuevo lenguaje y habitar la oscuridad.
Este libro fue presentando en la pasada edición de FIL Guadalajara (.@FILGuadalajara ) vía digital y para muchos pasó desapercibido, por eso en Ezpiral de Libros le damos esta segunda oportunidad para que el buen lector lo tenga presente si está en busca de alguna recomendación.

Tejer la oscuridad se convierte en una cruzada que viaja por un sinfín de voces, en donde presenta la eterna lucha entre el nosotros y el yo, deja que resuene en sus páginas el eco de libros antiguos como el Chilam Balam y el Popol Vuh así como diversas formas de escritura olvidadas y permite al lector imaginar otra forma de entender el tiempo, el espacio, la materia, el amor y la amistad.
Narrado por 82 voces entre los que se encuentran niños videntes, guerreras, cazadores, escritores y guardianes de su recorrido, de su historia cuya meta es el mar, en cada de estas visiones que no buscan generar una fragmentación individual sino que pretende construir una sola voz, el reconocimiento al nosotros, estos menores algunos con dotes especiales, proféticos desean llegar a la tierra sagrada y desde este espacio de oscuridad volver a empezar, el lector encontrará varias referencias a los pueblos mesoamericanos que lo llevará a pensar incluso en una reinvención del propio pasado en un futuro tal vez no muy lejano.