- Nació en un jacalito en pleno Santuario, hoy renta un cuartito que habita junto con Zorro, su inseparable perrito
Por Mario Díaz (El Master).-
A Doña Lupita García no le interesa si al expresidente del Poder Judicial lo inhabilitan como funcionario, tampoco las campañas de lodo entre los partidos políticos, ignora y no le importa saber si es cierto o no que amenazaron al ex fiscal de Jalisco, todo eso siempre ha estado alejado de su vida cotidiana, a ella se le ve la alegría de vivir, no solo se preocupa de su sustento todos los días también vela por “Zorro” más que su mascota es su compañero de vida y por las decenas de palomas a las que a diario les da de comer, ella es feliz con su vida.
Aunque dice con tristeza ver y sufrir todos los cambios que le han hecho a la que antes era considerada la Ciudad de las Rosas, “hoy están acabando con mi Guadalajara, ya no hay tantas flores como antes, tumban los grandes árboles para construir edificios, es muy triste y como la gente ya no se acuerda cómo era antes pues les dejan hacer lo que los poderosos quieren, nadie defiende un solo árbol”, refiere mientras acomoda su mercancía para la venta como dulces, chicles, paletas en el puesto que le entregó el Gobierno Municipal tapatío y que coloca estratégicamente en la esquina de Fray Antonio Alcalde y la calle Hospital.
No siempre ha estado en esta esquina su deambular la ha llevado por la plazoleta del Santuario pero las obras de la línea tres del tren ligero la han obligado a cambiarse de lugar cada cierto tiempo, ahora espera poder mantenerse en esta esquina donde puede hacer lo que le gusta, ganarse su sustento, platicar con la gente y darle de comer a las aves.
“Mi lugar era donde están haciendo la terminal de la línea tres en el Santuario y pues me tuve que venir para acá” hace una pausa como acordándose de un tema y continúa, “fíjate mijo, que antes, aquí (Alcalde y Hospital) había un árbol muy precioso, frondoso pero se lo echaron a nadie le importó, cuando llovía y ahí de acurrucaba con mi sillita a protegerme, pero ya me lo quitaron a ver cómo me va esta temporada de lluvia”.
Comenta que no solo se llevaron las rosas de los parques, también hasta el sabor de los alimentos se los han llevado,” fíjate mijo que ya no sabe igual la comida, ahora cualquier verdura, cualquier fruta te sabe a plástico, la leche antes era bronca y nadie se enfermaba ahora pura agua pintada, pero pues nos las tenemos que comer, ni modo de vivir de aire”, suelta otra de sus risotadas contagiosas.
Lupita García no se deja vencer por tantos cambios en la ciudad, se adapta a las circunstancias, no le queda de otra.
“Tengo que sacar para pagar mi rentita, pagarle sus croquetas a Zorro y para sacar algunos pesitos para que coman estas criaturitas (palomas), siempre pensando en que Dios nos puso aquí para ayudar a estos animalitos, si tengo para comer yo también tengo para darles su sustento a ellos”, comenta mientras esparce las semillas para las palomas.
Detalla que desde que tuvo razón de ser una de sus actividades y preocupaciones principales siempre fue el darles de comer a todo tipo de aves, “porque siempre me ha gustado darles en el nombre del espíritu santo para que nunca les falte el sustento, son parte de mi Guadalajara”.
Su rostro antes afable y sereno se torna en un semblante serio y continúa “pero hasta mis palomas se las están acabando, antes eran parvadas grandes, ahora vienen de esos flojos que no hacen nada, vienen con redes y se las llevan en una camioneta y se las venden a esos de ojitos chiquitos, de esos ojitos rasgados quienes las venden como codornices empanizadas”.
Algunos inspectores se le acercan como esperando que se ponga nerviosa y moverla de su lugar, le preguntan quién le dio ese puesto (oficial del ayuntamiento) a lo que responde “el presidente municipal, a parte me prometió también darme mil pesos al mes para poder sostenerme un poquito mejor, pero pues ya se fue (Enrique Alfaro), ahora menos me van a dar nada”, suelta otra carcajada dando a entender que, aunque estaba esperanzada, acepta que ya está acostumbrada a su precaria situación.
Se le pregunta por familiares que le puedan echar la mano.
“Tuve hijos mientras tenía mis negocios, vendía menudo en varios puestecitos, pero ahora que no tengo nada pues tampoco tengo familiares, les estorbo, pero la verdad ellos me estorban más, así que mejor sola que mal acompañada”, de nueva cuenta se ríe y vuelve a llenar un vasito con semillas y las arroja para sus palomas.
En ella no hay tristeza, tal vez melancolía pasajera que pronto transforma en sonrisa.
Las ventas no ha sido buenas el día de ayer sólo pudo vender 30 pesos, aun así pagó renta, croquetas y semillas para sus palomas, de su propio sustento dice que “Dios me proveerá, el presidente (municipal) me dijo que me iban ayudar con mil pesos al mes, pero ya se fue ni modo, Dios proveerá”, repite y vuelve a sus palomas, con Zorro y a la venta de sus dulces.
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