Renovación de votos
Diana Rubio-
El perdón y las segundas nupcias ya no van conmigo. Eso de “se me fueron los pies” y “no sabía lo que hacía”, se acabó. Por conveniencia hice aquel viaje largo con él. “Que gaste y piense que lo vas a perdonar”, “si no te lleva a ti igual se lleva a otra”. Eran las frases de mis hermanas y de mis amigas, en realidad yo no sabía qué camino iba a tomar…sólo tenía coraje y dolor. Era tan confuso y complicado, pero algo tenía qué hacer.
Partimos a ese tour para volver a enamorarnos, la insistencia de él durante un par de meses. Renovar nuestros votos en una gran misa en el Vaticano y ahora sí hasta que la muerte nos separe, decía convencido. Recibir la bendición del papa Juan Pablo II no es cualquier cosa decía repetía. ¡Ándale Chapis te juro que voy a cambiar! ¡Como si no conociera a los hombres! Mis hermanos, uno que otro cuñado, mis concuños, mis compadres, el vecino…y mi padre. ¿Quién se escapa? ¿Quién le dice no a una mujer? ¡Estaba tan deprimido! Y tú tan sin ganas siempre, ella tuvo la culpa. Frases dichas a punta del llanto, de rodillas y con regalos. No le creía nada. Y aún así acepté aquel viaje. En el fondo desconfiaba hasta del viaje, nunca había ido tan lejos.
El avión, las nubes y la champaña hacen que todo sea como lindo. Y me dejé llevar como me aconsejó otra amiga, “algunos cambian y muy bien”. “Date otra oportunidad”, “acuérdate de perdonar 70 veces 7”, “a la amiga de una amiga le pasó…y ahora están enamorados…hasta tuvieron otro hijo”. Yo lo que menos quiero es otro hijo.

Allá arriba, a miles de pies de altura se olvidan las cosas tristes por un rato, pero a medida que descendíamos recordé nuevamente mi dolor: ese hijo que tuvo con una empleada y muchas mentiras más. Eso no es amor, es un errorcillo. Amor el que llevo aquí y es todo tuyo. Por supuesto que no le creía. Los marranos siempre vuelven a los olotes. Ya era demasiado. Veía por la ventanilla del avión la inmensidad azul. París, Madrid, Venecia, Holanda, Roma. Los Pirineos. Tantas fotos y hoteles hermosos, la música, los museos ¿y mi marido? ¿Alguien ha visto a mi marido? Pregunté muy ingenua cuando noté su ausencia. Estábamos por entrar a la Basílica de San Pedro, íbamos a recibir la tan sonada bendición del papa. Tú que sabes el dolor de las mujeres de México, de Guatemala y de Argentina. Tú que tienes el poder de quitar los males en esos matrimonios rotos como el mío. ¿Dónde está mi marido? No podía creer, el marido arrepentido andaba otra vez de Don Juan, pero ahora con la francesita esa, la guía del tour.
Esa tarde me hice la extraviada y en lugar de recibir la bendición papal me fui a tomar unos vinos a un bar hermoso. Brindé con un hombre divertido y apuesto. Cuando Su Santidad bendijo a tantos matrimonios trasquilados, como el mío, yo estaba como Dios me trajo al mundo y de lo más feliz con aquel hombre del bar. Los viajes ilustran, por eso acepté el tour…y me vine muy bien ilustradita a mi desmoronado hogar para agarrar fuerzas y tramitar muy pronto mi divorcio.