
COLUMNA
Dr. Luis Octavio Cotero Bernal*
Es muy recurrente encontrarme con personas intelectuales así como con otras no tan intelectuales, quienes a mi juicio, están padeciendo un severo trastorno provocado por la idolatría que, profesan al presidente Andrés Manuel López Obrador, no obstante, la tragedia nacional delincuencial que ha venido sufriendo nuestro país desde hace ya varios años, día con día, a lo largo y ancho de todo el territorio nacional.
Es precisamente esa tragedia de la que, se niegan a darse por enterados la gran mayoría de nuestras autoridades, al puro estilo del avestruz que, ante la tempestad sólo oculta la cabeza.
En el caso de, a quien me estoy refiriendo si hay algo positivo, situado desde la función que ejerce no debería conllevar mérito extra, pues es su deber, para eso fue elegido presidente de la república; sin embargo, el pasado escrito por, a quienes él llama neoliberalistas debería ser sólo eso, parte de la historia de México y no a la justificación de todos esos sus seguidores, a quienes, como al propio presidente, se les olvidó, todo que prometió en campaña, pues nuestra realidad social es todo lo contrario.
Esas promesas de campaña provocaron que una cantidad importante de electores, creyendo en sus promesas, emitiéramos voto a su favor, reprobando la actuación de los pasados y también pésimos servidores públicos, quienes han sido una de las banderas que hondea, la actual administración y también los fanáticos, durante cinco años que, lleva la administración.
Otro aspecto que ha caracterizado al ejecutivo es tomar el papel de víctima, respecto a aquellos que no lo adulan y valientemente le señalan, los hechos de corrupción que, él se atreve a negar, no obstante lo evidente de cada una de las temáticas, su contexto y cuyos responsables gozan de cabal impunidad, pues como país de nada nos sirve que se reduzcan los montos, el acto corrupto siguen siendo perjudicial no obstante que, el detrimento económico se reduzca de quince mil a nueve mil millones de pesos, pues tampoco es poca cosa.
Entre otras tantas disposiciones arbitrarias, está el tema de las adjudicaciones directas, contrarias totalmente a la legalidad y que, el presidente autoriza con justificaciones absurdas y que esos fanáticos desconocen, negándose a aceptar que una adjudicación directa, por el sólo hecho de ser orden del presidente de la república, no deja de ser arbitraria, ilegal.

Todo lo anterior es lamentable y deleznable, pero lo es todavía más, ver correr todos los días, la sangre de tantos mexicanos asesinados y la desaparición de otras tantas personas, a manos de la delincuencia organizada, una delincuencia ya institucionalizada y oficializada, ante la total y absoluta impunidad. Esa delincuencia organizada que, tanto daño nos ha causado a usted y a mí, porque, como parte de la sociedad y ante nuestra realidad social, todos perdemos.
Los fanáticos de Andrés Manuel López Obrador se niegan a reconocer que, la falta de seguridad pública y el fallido estado de derecho es también responsabilidad del titular del ejecutivo federal, caso contrario, en todo momento le aplauden a su decir, una genialidad que, dicen posee el presidente de la república, ese mismo que estila divertirse con el dolor ajeno intentando hacer gracia contando públicamente chistes que, dado su estilo y sus limitantes lejos está de lograrlo, faltándole al respeto a todas aquellas familias que sufren y padecen la desgracia de la muerte de un ser querido o la incertidumbre que, conlleva, un familiar desaparecido.
Tal afirmación la sostengo atendiendo a que en este país durante las actuales administraciones públicas, tanto local como federal, las instituciones encargadas de la gobernabilidad son inexistentes, pues carecen de lo más elemental como lo son los recursos materiales y humanos, pues el personal contratado en las instituciones encargadas de la administración y la impartición de justicia, carecen de la más elemental capacitación para estar en condiciones de enfrentar al crimen que, en lo federal, el cargo de fiscal, corresponde a un personaje decrépito de tan mala fe que, valiéndose de su posición se atrevió a encarcelar a dos mujeres sin razón alguna con la complicidad de la procuradora de la ciudad de México.
Aunque el contexto mundial no es halagüeño, no podemos ignorar y desatender lo prioritario que son nuestras familias y aunque no menos importante, en segundo término, nuestro patrimonio, pero mayormente estamos obligados quienes nos ufanamos de ser abogados, pues optar por guardar silencio y seguir tolerando la más absoluta ausencia de la procuración y la administración de justicia, sólo le seguirá abonando a nuestra preocupante realidad social.
(*Director del Observatorio Académico de Justicia y Seguridad Pública de la División de Estudios Jurídicos de la Universidad de Guadalajara).
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