Mándame un Whatsapp
No, no es lo mismo. El libro es un iniciador de plática, los celulares, no.
Por años viajé en metro y en camiones con libro en mano, ventajas de quien no se marea leyendo; por lo menos una vez a la semana alguien me buscaba la mirada para platicar a partir del título de la portada. No era molesta la interrupción, para mí era un elogio, un guiño, una forma de romper el hielo. Yo llegué a hacer lo mismo, aunque, confieso, muchas veces ojeaba rostro y portada a la par. Así conocí a más de algún novio. El libro: un pretexto para iniciar relaciones.
No quiero sonar nostálgica ni fuera de época, el hecho es que ya no surge el mismo efecto que antes deambular con el libro bajo el brazo.
Ayer llamé a tres amistades y dos primos para platicar, todos estaban ocupados y me dijeron sin mayor reparo que los buscara por Whatsapp.
Antes de que me ganara el sentimiento tomé del estante un libro que solía funcionar como fórmula mágica: 20 poemas de amor y una canción desesperada.
Tomé cualquier camión de cualquier ruta con miras a platicar de lo que sea con quien fuera. Hace mucho que no me subía a uno, el efecto no fue el mismo. Mi mirada la tenía entre las páginas y los pasajeros, nadie hizo siquiera el intento por asomarse a ver mi libro; aunque, la verdad, se los facilité quitando la mano para que leyeran el título.
Niños, viejos, adultos, jóvenes, solos, acompañados, tenían la mirada fija en sus pantallas.
Quise yo hacer plática; solo atiné a decirle al de al lado: ¿es un Samsung, cierto? El pasajero no volteó, solo asintió y pidió la parada.
Esta experiencia la compartí en Facebook esperando empatizaran conmigo; en cambio, me recomendaron que abriera una cuenta en Periscope.
Claudia Martínez Videgaray
Del Taller: Al Gravitar Rotando
Categorías:Cultura