Sabes que anoche volvió a ocurrir. Lo supe en la mañana cuando cruzamos miradas en ese atiborrado pasillo, ventilado como invierno siberiano. Estoy harto, quise balbucear. Pero tus ojos tristes me lo impidieron al mirarme y transformarse en una sonrisa colosal, traviesa, satisfecha.
Estoy harto de llegar a tu sueño como ayer, como la semana anterior. No me lo has dicho, no lo puedes aceptar. Y yo te digo ahora, en el penúltimo sueño, que estoy harto. Suena el timbre, el musical que elegiste para cada sueño y siempre, irremediablemente, al abrir la puerta soy yo.
Duermes plácida y me provocas llegar, interrumpir el sueño del sueño, quitar unos mechones de tu cara en la almohada, mirarte soñar, soñándome. Estoy harto, te digo. Para dormir me desnudo, con los ojos cerrados te acercas a mí, otra vez; no, niña, no. Que salte el gato a tu cama, que fuera suene una sirena, que te despiertes, que me dejes ir.
Estoy harto de que me sueñes. De despertar. Te lo diré hoy porque este sueño será el último. Te lo diré en el pasillo, en el umbral, en el comedor, para que salgas. Escribiré un mensaje. Que sea esta la última vez que me sueñes, que lo admitas, que llegues a mí hoy fresca, despierta, con la ropa a flor de mí, de manos, de voz. Que el sueño no llegue hasta que los dos, desfallecidos, nos echemos a dormir.
Adriana Reid *
Del Taller Al Gravitar Rotando
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