Columna
Por Juan Carlos Hernández A.

La caridad es reflejo de perfección humana, porque en ella todo se puede, todo se logra y deja multiplicidad de satisfacciones, propias y para los ajenos también, cuando hay intención de hacer el bien, en todo momento y circunstancia. La caridad como tal es aquella luz encendida que alumbra al otro para que también guíe sus pasos; es la humildad manifiesta de una persona y hacia con los demás, es la llave de la puerta que abre el corazón mismo.
Nada podremos agregar a nuestra condición humana en la imperfección que no sea el reconocimiento de nuestra propia debilidad, cuando creemos tener la razón en todo, y nos damos cuenta de que somos propicios para cometer un error tras otro insertos en nuestras propias miserias como la soberbia misma, el egocentrismo y la falsa vanidad, qué somos ante ello: polvo y nada.
Nadie que se jacte de practicar la caridad puede siquiera pensar en alguna desventaja hacia con el prójimo que le cause envidia, pues una no va con la otra, imposible. Así entonces no sería meritoria ninguna acción en ese sentido.

Por lo que, toda acción que se haga en torno a la caridad debe ser bien intencionada con la fortaleza de soportar la ingratitud de los demás aun haciendo el bien. Justo como lo menciona Thomas de Kempis: La obra exterior sin caridad no aprovecha, pero lo que se hace con caridad, por poco y despreciable que sea, se hace todo fructuoso.
Por supuesto que la caridad inicia con los del primer entorno, en que convivimos, la familia hacer ese gesto caritativo al escuchar, al acompañar, al aconsejar, a dilucidar y dar ejemplo. ¿Cuántos conocemos que son así de prestos al requerimiento familiar y ajeno? Pero no, sucede que en ocasiones se hace la caridad más al prójimo al ajeno que al propio familiar, andamos por la vida viendo cómo quedar bien con los demás y descuidamos a nuestros más cercanos familiares, que ingratitud ¿verdad?
Ahora que, por otra parte, no es tampoco loable presumir que hacemos un bien un día y otro también, por la sencilla razón de que la caridad en sus múltiples manifestaciones se aplica con una principal: la humildad. Entonces será caridad perfecta, aquella que no se presume y eso usted lo sabe.
Traemos a cita de San Agustín: Porque la caridad, como está escrito, no busca lo propio (1 Cor 13,5), es decir, que antepone el bien común al propio, no el propio al bien común. Así pues, cuando os preocupéis más por el bien común que por el vuestro, sabréis que crecéis en la caridad.
No menos importante la que dijo sobre la caridad San Pablo: La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, no se alegra por la injusticia; se complace en la verdad; todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
¿Qué nos queda por hacer? Por lógica elemental, y como propósito personal solo buscar la oportunidad de crear vínculos de animosa caridad con la que, obra tras obra en la vida ordinaria, busquemos la extraordinaria oportunidad de ser perfectos, aunque seamos humanos con imperfecciones si nos hacemos a la idea podremos iniciar y luego prosperar y ser vehículos y ejemplo de bien hacia todos los demás. ¡Hágale pues!
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