DORMIR EN LA CALLE

COLUMNA

Por Juan Carlos Hernández A.

Hace unos días por la mañana antes de las 8 horas, vi una mujer de complexión de niña adolescente dormida, debajo de un recoveco de una casa con todo y su cobija profundamente dormida, solo de pasada al verle me causo lástima de ver la pobreza en que este país tiene por desgracia a gente en la calle viviendo de la caridad que las persona les da para mal vivir, quizá sobrevivir a la buena de Dios, con todas las dificultades que ello implica. No era una niña de mal atuendo no estaba sucia como el común denominador que siempre vemos. Pero descansaba igual de un día anterior de solicitar lo que sea para comer. Triste realidad.

Ello no solo es problema de educación, de cultura o de pobreza, es uno de los que ya vemos con tanta normalidad, pues convivimos con gente que hace de su “hogar” la calle literal todo hace en la vía pública, todo es todo. Un México de siempre, solo esperemos que no para siempre.

No se trata de juzgar a nadie, sino de hacer una reflexión y ver cómo hemos estado inmersos en ello sin que nos mueva a hacer algo, siquiera lo básico, en este mar de violencia, despropósitos, fracasos, mentiras, crisis y desmotivación, y usted agréguele sus motivaciones; sentir que hay un mundo sensible será lo ideal para quienes necesitan de la bondad, el amor, la comprensión, aceptación, ayuda y acercamiento quizá a un poco de compañía. Pero al parecer no tenemos esa garantía de dar al prójimo un poco de nosotros mismos, quizá sea la apatía, la no sensibilidad de saber del sufrimiento ajeno.

Buscar las causas de la desgracia ajena es muy poco probable que nos interese como tal. Es más fácil el disimulo y quedarnos son un pensamiento de que esa gente “cómo ha de sufrir” el punto aquí es preguntar quién hace por evadir la ayuda y quien hace por ayudar. Bueno ha de haber de seguro instituciones que harán lo posible por localizar personas en esa condición, que sin embargo hay que reconocer que varias de ellas padecen algún trastorno mental y no saben entender ninguna recomendación para entrar a un albergue que les brinde el servicio que necesitan para una mejor vida, ya no digamos calidad de vida, sino solo vivir lo mejor posible.

Cuanta pobreza y cuanta indigencia, cuanta necesidad, pero también ignorancia, por no saber o no querer ayudar en todo sentido a estas personas. Ojalá no crezca el problema actual, esperamos no ver por estos tiempos inclementes de frío y lluvia a más personas en esa condición sufriendo por ahí en las calles de la metrópoli incluyendo a los municipios del interior, pues también los hay.

Los datos de pobreza en el país no son halagadores, pues no decrecen año tras año, sino más bien van al alza. Qué esta pasado, es la pregunta clave que hacer. No hay respuestas ciertas a priori, pues habría que revisar variables tan diferentes entre un año y otro, con los sectores que intervienen para propiciar las oportunidades laborales. Empero, la situación actual esperemos remonte para los más necesitados y existan las condiciones de empleo, de atención y sobre todo de estrategias para resolver desde lo local la indigencia de gente desamparada, personas que merecen una condición de vida, solo eso vida. Sea pues. Y como siempre hacer lo posible dentro de lo deseable.

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