Ezpiral de libros

Guillermo Arriaga, el dulce olor de narrar la rudeza

 

  • Este escritor que aparenta un rudo personaje de sus propia creación, entrega su más reciente novela, Un Dulce Olor a Muerte, en donde logra conectar desde la primera página con su trama

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Por Mario Díaz (El Master)

 

Sin abundar en el tema, la editorial Penguin Randomhouse, presenta Un Dulce Olor a Muerte, del escritor Guillermo Arriaga, considerado como uno de los mejores exponentes de la narrativa contemporánea, bajo el sello DeBolsillo, nos vuelve a deleitar con la manera abrumadora y delicada de su relato.

Una mañana Ramón Castaños, un adolescente que vive en un pequeño poblado en Tamaulipas, descubre en un sembradío el cadáver desnudo y apuñalado de Adela, una muchacha a quien apenas conocía. Cuando el resto de los pobladores llega a la escena del crimen, corre el rumor de que quien ha muerto era la novia de Ramón. Así, el protagonista se verá obligado a vengar el asesinato de la mujer que supuestamente amaba para defender su honor y su hombría. Al mismo tiempo, voces en el pueblo achacan el crimen al Gitano, un hombre inocente. Un entramado de falsedades y mentiras conducen la historia hacia un desenlace trágico y fatal.

La venganza y odio impuestos de un decir de boca en boca, contra un inocente culpable de ser blanco fácil de ataques de quienes sospechan de los distintos. Dos víctimas que se buscan muerte ante los dichos de una población ignorante y despiadada, como las que existen en cada rincón de México.

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Para Marina Belli, editora de Thriller Magazine, esta pieza resulta excelente, «uno no puede dejar de fascinarse con estos personajes cuya brusquedad, machismo y gusto por el alcohol y las armas, recuerdan a grandes escritores de la tradición estadounidense como Hemingway, Faulkner y Steinbeck: personajes cuya ternura, dudas y temores se ocultan detrás del silencio y la rudeza».

El propio Guillermo Arriaga se considera un cazador que escribe, personaje que uno no duda en aceptarlo debido a su aspecto de campirano rudo. Su penetrante mirada basta y sobra para evitar llamarle guionista (Babel, 21 Gramos, Los Tres Entierros de Melquiades Estrada). Este predador de historias cuida su pluma para ir presentando su trama, personajes y acciones con elaborada fluidez y un cuidado preciso que dan a sus novelas un carácter indiscutible.

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