Ezpiral Dominical

Reunión familiar

Me encantan las reuniones familiares. Antes no, la verdad, pero desde que mis papás, tíos y abuelos se aficionaron a las pantallas, nuestros domingos son más agradables.

Las mejoras han sido en muchos sentidos. Años atrás era complicado ponernos de acuerdo para organizar el menú. Casi siempre la tía Chela terminaba llevando su famoso arroz, la tía Beba la carne enchilada y entre otros llevábamos guisos para compartir. De un tiempo para acá nos volvimos más prácticos para evitar las quejas de quienes eran intolerantes al chile o para no incomodar a los que se volvieron vegetarianos o de los comprometidos con el fenómeno de la comida orgánica. Ahora en las reuniones cada quien lleva su bebida, comida y postre, además de su propio plato y cubiertos. Con esta decisión convenimos que cada uno se regresara a su casa lo que ensució y así evitar la molesta hora de limpiar la cocina entre todos.

En nuestros convivios de antes muchos nos aburríamos escuchando las conversaciones repetitivas sobre familiares que la mayoría no habíamos conocido, o nos fastidiábamos de fingir la risa del chiste que siempre contaba el tío Cuco. Eso, afortunadamente, cambio para bien. Ahora llegamos, nos decimos “hola”, sacamos nuestra botana personal y nos instalamos donde queramos, no importa junto a quien, pues normalmente no nos decimos mucho por prestar atención a lo que sucede en la pantalla del teléfono o tableta. Cuando alguien se anima a decir algo, usualmente otro busca debatir con el dato que corrobora a través de Siri, de esa manera, todos nos sentimos un poco expertos en algo y fomentamos la autoestima del otro.

Otro aspecto que mejoró fue la selección de la música, pues era común que hubiera desacuerdos sobre los gustos de los mayores contra los de los más jóvenes. Por fortuna cada domingo -y esto tomó varias semanas- se iban sumando familiares que sin ninguna pena portaban sus audífonos. En un principio no todos estaban de acuerdo por la nostalgia aquella de los tocadiscos y el baile, pero poco a poco se reconocieron las ventajas de la práctica de la selección individual y, finalmente, se comenzó a vivir un ambiente de paz. Incluso algunos vecinos agradecieron el silencio que reinaba desde entonces.

Entre los miembros de mi familia tenemos diferencias, una de ellas es por las creencias, Antes, esta diferencia provocaba que en los cumpleaños o navidades algunos no asistieran. Para evitar nuestra fragmentación, el acuerdo fue eliminar festividades. Al principio hubo quienes extrañaron los cantos, pasteles, rezos y posadas, pero quien quería continuar con la tradición buscaba videos o participaba en un juego navideño de realidad virtual. El resultado de esta decisión fue positivo, pues ya nadie falta a nuestros convivios.

Desde que el modelo de reunión familiar cambió se terminaron los chismes entre nueras y suegras, así como los juicios a los novios y novias recién llegados; ya cada uno presta mayor atención en lo acontecido en sus redes y no en los parientes. Otro aspecto a favor es que han disminuido las acaloradas discusiones sobre qué partidos de futbol ver en la tele (esto era incómodo cada liguilla o en los mundiales), ahora cada quien desde su streaming decide qué ver y mis tías son muy felices porque ellas renegaban siempre de los juegos. Eso sí, no todo es positivo, a veces nos llegamos a pelear por los sitios cercanos a las conexiones de luz cuando a alguno de nosotros se nos acaba la batería.

Sí, me gustan las reuniones de mi familia, que, como otras, han participado en la transición hacia esquemas pacíficos de convivencia donde cada domingo hay libertad de elección de comida y consumo de entretenimiento. Nos hemos vuelto más unidos e, incluso, a manera de fomentar la comunicación, nos enviamos la foto tomada en la reunión anterior y casi a diario algún guiño o chiste por el grupo de Los Hernández que tenemos en Whatsapp.

De Claudia Martínez Videgaray

Del Taller Al Gravitar Rotando