Guadalupe Garibay.- Algo cambió en los lectores a lo largo de los 30 años de existencia de la la Feria Internacional del Libro, al menos el escritor sinaloense Élmer Mendoza así lo percibe, Él, por ejemplo, pertenece a una generación que en un principio asistía a comprar libros y luego se convirtieron en autores que estaban del otro lado, como protagonistas de los eventos.
Para Lucina Jiménez en la conferencia “Lectoras y lectores, una mirada desde la diversidad”, que se realizó como parte de la decimocuarta edición del Encuentro de Promotores de Lectura que hubo tres transiciones en los últimos 30 años. La primera es el paso de la lectura escolarizada a la lectura como placer. La otra es el cambio de la imprenta de tipos movibles a la imprenta electrónica y la lectura en otros soportes. La tercera es la emergencia del lector “todavía como una categoría caprichosa, misteriosa”, que es protagonista de la interacción entre la diversidad de textos y de soportes.
Hace 30 años, la escuela se pensaba como el único espacio de relación con la lectura, que era el pasaporte social, aunque hoy el modelo educativo esté en crisis. Cuando se creó la FIL, México apenas tenía dos décadas tratando de universalizar la secundaria, y en los años sesenta aún había 34 por ciento de analfabetismo entre la población. “Ahora que la educación media superior es obligatoria, se dice que la meta se logrará hasta el año 2100”. Por otra parte, la antropóloga dijo que en estos años la visión de la lectura cambió y esta ha invadido los espacios más inverosímiles, como las cantinas, la sombra de un árbol, espacios de juego, la casa, los espacios del mundo privado.
Élmer Mendoza mencionó que Lucina es parte del grupo Agenda 21 de la Cultura, que se ocupa de estudiar los perfiles culturales de las regiones, y de proponer políticas basadas en cada contexto. “Donde vivimos podemos percibir las carencias de nuestra gente, es ahí donde podemos ayudar. Estoy seguro de que, si lo hacemos, contribuirá a que la imagen de nuestro país cambie, pero tenemos que poner nuestro grano de arena”. Para Lucina Jiménez, es necesario tomar una postura ética y estética “de las prácticas lectoras, para qué y desde dónde son los programas de promoción de lectura”. Con el programa de lectura en el Metro de la Ciudad de México, por ejemplo, “el gobierno capitalino tomó una postura asumiendo que la lectura es un bien público”. Se contemplaba perder la mitad de los libros, pero la gente regresó 70 por ciento del acervo.